martes, 12 de noviembre de 2013

Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. Mateo 5:4




¿Cuántos han tenido algún hijo, sobrino, primo, nieto o hermano que en plena calle comienza a llorar, revolcarse en el piso y dar gritos porque quizás papá o mamá no le compró un juguete que anhelaban?
Es frecuente esta situación. A veces los padres acostumbran a dar de todo en la vida a los hijos pero cuando llega el momento de la escasez y no pueden dar todo lo que piden entonces del interior del niño o niña emerge el llanto exagerado que avergüenza a los padres.
Por lo general los niños son muy pequeños cuando hacen esto, no tienen conciencia de sus actos y muestran esta falta de carácter como consecuencia de una mala instrucción de los padres que les han acostumbrado a darles todo lo que les piden.
Independientemente de lo anterior, es común observar que cuando pasa la vergüenza y el enojo los padres vuelven a sentir un amor profundo por sus hijos y les dan su consuelo, su amor, su comprensión. Y el hijo se siente amado.
A veces nos pasa esto mismo en la vida de adolescentes, jóvenes y adultos. Vamos como niños tercos haciendo lo que la “regalada gana nos da”, nos apartamos del camino de DIOS, no nos importa si nos miran o no cometiendo pecados y no queremos escuchar la palabra de consuelo que nos está diciendo nuestro PADRE ETERNO.
Lo único que nuestro cuerpo está anhelando en ese momento es el gozo de los placeres de esta tierra, las riquezas o el poder. Estas cosas nos ciegan y nos apartan del camino de salvación.
Pero cuando llega la escasez económica y ya no podemos seguir con la vida de fiestas, de derroche, de borrachera y toda clase de pecados… cuando llega la falta de empleo y te quedas sin un centavo en tu bolsillo, es allí cuando comienzas a experimentar el llanto interno.
O quizás tu problema no es económico pero llega a tu vida la enfermedad y aunque tengas todo el dinero del mundo no puedes hacer nada para evitar el sufrimiento en tu cuerpo o quizás en el cuerpo de tu mamá, tu papá, tus hijos. O peor aún, cuando llega la escasez y la enfermedad juntas.  Es allí es cuando llega el llanto.
Para ti que lees estas líneas mira qué deleite existe en esta promesa de nuestro DIOS TODOPODEROSO cuando te dice: “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados”. Amén.
Sí tú eres una de estas personas que están llorando hoy, en este momento y a esta hora te invito a que dobles tus rodillas delante de DIOS y que pidas perdón por todos tus pecados cometidos, que rindas tu cuerpo, tu alma, tu espíritu y todo tu ser al DIOS dador de vida… que confieses con tu boca que JESÚS es el salvador de tu alma.
Créeme amigo o amiga, DIOS en su infinita misericordia te perdonará, ÉL mismo con su poderosa mano enjugará cada lágrima de tu mejía, te dará consuelo, DIOS sacará del hoyo tu vida, te colmará de bienestar, te rejuvenecerá como las águilas. Amén.
Hoy le pido a DIOS por tu vida, por tu alma, por tu familia, por tu economía, por tu salud, que el ETERNO DIOS traiga consuelo a ti, en el nombre de CRISTO JESÚS. Amén.

CARTA DEL DIRECTOR
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